
COLUMNISTAS
HAY ALGO MUY PROFUNDO EN VOLVER A LO SIMPLE
POR LUZ RIESCO ERRÁZURIZ
21 de agosto de 2025
A veces creemos que, para sentirnos bien, necesitamos grandes cambios, viajes, cosas materiales o metas lejanas. Pero muchas veces el verdadero bienestar está ahí, en las cosas más pequeñas y simples de la vida: en un desayuno saludable, en una siesta sin culpa, en decir “hoy no puedo” y permitírnoslo.
Está en el abrazo de una amiga, en los pies descalzos sobre la tierra, en mirar un atardecer o un amanecer sin apuro.
Con los años, he aprendido que cuidarnos no es algo complicado. Es simple. El problema es que, durante mucho tiempo, nos hicieron creer que era vanidoso, que era egoísta decir que no.
Cuidarnos es escucharnos. Es respetar nuestros tiempos. Es saber que no tenemos que demostrar nada para valer.
Y también es entender que la manera en que vivimos impacta, que nuestras decisiones diarias pueden ser semillas de algo más grande.
Porque cuando hablamos de sostenibilidad, no hablamos solo de reciclar o usar bolsas de tela.
Hablamos de vivir con conciencia. De no vivir por inercia. De no vivir en automático, corriendo todo el día y, encima, estresadas.
De elegir lo que suma, lo que nutre, lo que tiene sentido.
Y muchas veces eso está en lo más simple: cocinar con lo que tenemos, valorar lo hecho a mano, dar gracias por lo que ya hay.
Nos enseñaron que ser mujeres era sacrificarse siempre. Pero hoy aprendemos que también podemos elegirnos.
Que está bien decir que no, que está bien bajar el ritmo, que está bien necesitar ayuda y pedirla sin culpa.
Y cuando una mujer se elige, cambia su manera de vivir en el mundo.
Porque cuando me elijo, también cuido del planeta que me da vida.
Porque cuando descanso, sonrío más. Y cuando sonrío, soy más amable.
Y cuando soy amable, todo a mi alrededor florece un poco más.
No se trata de hacerlo perfecto.
Se trata de hacerlo real. Con lo que tenemos. Con lo que somos. Con lo que hoy podemos dar.
Volver a lo simple no es retroceder.
Es recordar lo que realmente importa: el cariño, el respeto, la conexión, el amor por lo cotidiano.
Que nuestro bienestar no dependa de lo que nos falta, sino de todo lo que ya somos.
Que podamos mirar nuestra vida con ojos nuevos y de cubrir que, muchas veces, lo que buscamos… ya está.
Y que cuidar el mundo no sea una carga, sino una forma de agradecerle, por tanto.
Porque la Tierra también es nuestra casa. Como nuestro cuerpo, como nuestras emociones, como nuestra historia.
Tengo 32 años. Vengo de una familia grande y sencilla, donde aprendí el valor del amor, de la fe, de la entrega y del servicio.
Desde los 9 años convivo con vitíligo, y aprendí que nuestras marcas también pueden ser luz.
Soy una mujer sensible, honesta y humana.
Acompaño a otras mujeres a reencontrarse con su brillo interior, ese que a veces la vida apaga, pero que nunca se pierde del todo.
Amo lo simple, lo real y lo profundo.
Y creo que, cuando una mujer se elige, no solo cambia su vida… también enciende la de muchas más.