
COLUMNISTAS
EL GRAN SALTO
POR ANITA CÓRDOVA
29 de mayo de 2025
Fue bien entrado en los cuarenta cuando empezó ese desasosiego interno, ese cuestionamiento que puso mi vida patas arriba. Al comienzo, no le di mucha importancia, el día a día me comía y no tenía tiempo para darle cabida a ideas fantasiosas. Pero ese malestar fue creciendo hasta un punto en que no pude seguir evadiéndolo. Fue un proceso largo, que tal vez duró meses o quizá más, y que terminó gatillando una crisis profunda.
No pude seguir chuteándolo. Por duro que fuera, tuve que reconocer que anhelaba cambiar de vida.
Dejar atrás una carrera profesional de dos décadas, bien cimentada, después de haber echado raíces en la llamada zona de confort, parecía a todas luces una insensatez.
Pero es justo ahí, cuando se llega a ese momento crucial, cuando te paras frente al espejo o al borde del precipicio y debes decidir si te lanzas o no. Pero lo miedos y las dudas te carcomen. El resto, tus cercanos, tu familia, tus amigos tampoco son de gran ayuda. Y aunque quisieran no pueden. La decisión es y debe ser solo tuya.
Dar el gran salto requiere decisión, coraje, valentía. Pero también saber de antemano que no se tienen todas las respuestas y que el éxito no está asegurado. Que tal vez, saltar sea la decisión equivocada. Ahí esta la trampa.
En lo personal, creo que cuando uno se escucha y sigue el llamado del corazón, la vida te premia. No hay caminos equivocados, todo es aprendizaje. Cuando se llega a un punto en el que ya no puedes más, es necesario tomar decisiones, avanzar.
Hoy les hablo desde esa otra vereda. Hace diez años, me atreví, me lancé. Dejé atrás una sólida carrera profesional en televisión y un personaje que me identificaba y que me acomodada para empezar desde cero.
Cambiar de vida se convirtió en una certeza, pero ahora tenía otro problema. No sabía qué quería hacer con ella. La clave fue preguntarme qué sueños tenía pendientes, qué hubiera hecho esa Anita joven que no hizo en su tiempo. La respuesta llegó. Quería viajar, pero no como lo había hecho hasta entonces. Quería recorrer el mundo de manera libre, sin itinerarios ni agendas. Quería llegar por mi misma a esos rincones de los que tanto había leído e informado como periodista del área internacional.
En abril de 2015 realicé un primer viaje de tres meses que me llevo por seis países del sudeste asiático. Fue un despertar, un darme cuenta de que esto era lo mío. Me fascinó viajar y arreglármelas sola por Tailandia, Myanmar, Laos, Camboya, Vietnam e Indonesia.
Me sentí empoderada y con el mundo a mis pies. Pero, bueno siempre hay un, pero, cuando regresé me había gastado mis ahorros y si quería vivir viajando -como me propuse-, tendría que buscar una forma de solventarlo. De nuevo me enfrenté a grandes decisiones. Pero esta vez el camino ya estaba trazado. Decidí vender mi casa. Me llevó un año. En 2016 nuevamente me lancé a la ruta. Esta vez partí por España haciendo el Camino de Santiago de Compostela. Cual peregrina atravesé prácticamente todo el país siguiendo una flecha amarilla. Fueron 800 kms desde Roncesvalles, en los Pirineos, hasta Santiago. Me tomó un mes de caminata. Dicen que el camino de Santiago te transforma, te pasan cosas. Y debo confesar que sí. No lo hice como una peregrinación religiosa sino mas bien espiritual. Necesitaba tiempo para mi, me lo debía después de tantos años en el sistema, Y las respuestas llegaron varios meses después, cuando finalmente regrese a Chile después de recorrer Europa, saltar a la India, Maldivas y pasar un tiempo en Sri Lanka.
Desde ahí en adelante se sucedieron una cadena de hechos, que me gusta describir como mágicos, que me llevaron a crear una agencia de viajes exclusiva para mujeres. Viajando sola descubrí las necesidades de otras mujeres y de paso mi nuevo propósito en la vida: “Viajo Sola y Me Encanta” nació para iluminar la vida de otras mujeres. Sino hubiera dado ese gran salto, nada de esto hubiera pasado.