COLUMNISTAS

EL INGREDIENTE DE LA FELICIDAD

POR PALOMA ARMIJO B.

02 de junio de 2025

A veces se nos olvida que la felicidad no siempre se encuentra en lo extraordinario, sino en lo simple, en lo que repetimos sin darnos cuenta, en lo que realizamos sin esfuerzo. Nuestro día a día está lleno de pequeños placeres que se esconden en la rutina y que, cuando reparamos en ellos, hacen que un día común se sienta especial.

Disfrutar una ducha rápida, aunque estemos atrasados, mirar los colores del cielo al atardecer, descubrir formas en las nubes o simplemente llamar a un amigo. Cada uno tiene sus propios gustos. Pero si hay un placer transversal, gozoso y generoso, es la comida. Comer y comer rico, que no es sinónimo de gastar mucho ni de preparar algo sofisticado. A veces solo basta una marraqueta crujiente que derrite la mantequilla y, junto con ella el corazón. O un caldito tibio que nos prepara alguien que nos quiere y que nos abraza el alma.

La comida no sólo nos alimenta. También nos reúne, nos envuelve, nos provoca y nos acompaña. La comida es memoria, evoca recuerdos, convoca personas, crea momentos. Hay algo terapéutico en compartir un plato. Uno conversa distinto cuando tiene algo rico enfrente. Las palabras fluyen, las carcajadas se escapan. En torno a una mesa abundan las risas, se cuelan las confidencias y se producen silencios que no incomodan (¡porque también hay que comer!). Entre bocado y bocado se deslizan historias, se curan tristezas, se arman amistades, se coquetea… Porque no hay nada más íntimo ni más seductor que cocinar para otro. Es una forma de amor desinteresado, de ternura y de picardía también. Por ahí dicen que de una receta no solo salen sabores, sino también amores. 

Cocinar no tiene reglas estrictas. Es un goce que no tiene formas estructuradas, no responde a protocolos, porque de gustos no hay nada escrito y lo que guste a cada uno estará bien. La magia está tanto en la receta heredada como en la combinación de sabores. Lo importante es la intención que ponemos en cada plato, lo que generamos con él y en torno a éste. Porque no se trata solo de saciarse, es también llenar el corazón. Basta una comida entre amigos para hacernos sentir que todo está bien, al menos por un rato. Y es que tal como no hay nada mejor que un plato bien preparado, tampoco hay nada mejor que comer bien acompañado. Ya sea en familia, con amigos o con un desconocido… todos somos iguales cuando nos sentamos a la mesa.

Comer juntos es una forma de quererse. Es invitar al otro a acercarse, a conocerse más, a coincidir en sabores, a discrepar en cantidades o a disfrutar en conjunto. Comemos por cualquier excusa ¡y qué excusa más buena es comer! Detenerse a comer o cocinar es ese pequeño acto de placer que nos recuerda que la vida no se trata solo de sobrevivir el día a día. Que, a veces, la felicidad si viene servida en un plato y que comer juntos sigue siendo la forma más deliciosa de quererse.

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