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ECONOMÍA & FINANZAS
EL CAMINO DE EMPRENDER
Y SI NO FUERA SOLO UNA IDEA…
POR PAULINA MONET
27 de mayo de 2025
Estar en el trabajo de nuestros sueños puede ser una experiencia profundamente gratificante: aplicar lo que sabemos, compartir con equipos que nos inspiran, aportar con profesionalismo y sentir que avanzamos. Es maravilloso cuando eso ocurre. Pero ¿qué pasa cuando, a pesar de estar en ese lugar correcto, una voz interior comienza a pedir algo distinto?
Ese susurro puede incomodar, pero también puede ser una señal. Una señal de que algo quiere crecer desde adentro, de que el conocimiento y la experiencia acumulada merecen ser volcados en un proyecto propio, con alma y visión. Para muchas mujeres, ese momento marca el inicio de un nuevo camino: el de emprender.
Porque emprender no es solo abrir un negocio. Es atreverse a innovar, a tomar riesgos, a conjugar creatividad con estrategia, intuición con herramientas financieras. Es ponerle nombre, forma y propósito a una idea, pero también construir estructura, modelo y equipo.
Durante la pandemia, y los años que le siguieron, el emprendimiento femenino en Chile ha mostrado una fuerza innegable. Según el informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) 2023, la participación de mujeres en la creación de nuevos negocios aumentó un 12%, alcanzando un 35% del total de emprendedores en el país (fuente: El Mostrador, 2024). No se trata solo de necesidad, sino de una búsqueda profunda por crear espacios propios, más libres, más alineados con lo que somos y con la vida que queremos construir.
En paralelo, cifras del mismo estudio muestran que América Latina es una de las regiones con mayor tasa de emprendimiento femenino del mundo: un 21,2%, por sobre otras zonas desarrolladas (fuente: BBVA Spark, 2023). Sin embargo, este fenómeno no está exento de desafíos. El acceso a financiamiento, la falta de redes, los prejuicios estructurales y la carga de tareas de cuidado cuando hay hijos, siguen siendo barreras que muchas mujeres enfrentan a diario.
El apoyo que transforma

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En este contexto, el rol del Estado y de las empresas consolidadas es clave. El auge emprendedor no puede sostenerse solo en la pasión individual. Se necesita que el discurso de apoyo a la mujer deje de ser solo eso: discurso. Y se traduzca en fondos, mentorías, acceso a capital, plataformas de visibilidad, alianzas reales.
Invertir en emprendimiento femenino no es filantropía: es una decisión estratégica. Estudios de ONU Mujeres demuestran que las mujeres reinvierten hasta el 90% de sus ingresos en su familia y comunidad, lo que convierte cada negocio liderado por una mujer en un motor social y económico.
Además, marcas que se vinculan con mujeres emprendedoras no solo ganan reputación: ganan lealtad emocional, cercanía y credibilidad. Están donde sus consumidoras están, y eso hoy vale más que cualquier pauta publicitaria.
Y así, paso a paso, cada mujer que emprende va construyendo más que una empresa: construye autonomía, transforma su entorno, y redefine qué significa tener éxito. No hay fórmulas únicas. Pero sí hay algo en común en cada historia: una voz interior que se atrevió a hacerse escuchar y a intentarlo.
Porque al final, emprender es mucho más que trabajar para una misma. Es creer que nuestro propósito también puede ser nuestro proyecto.
Y en ese camino, las marcas y las instituciones tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de hacer algo más que observar: pueden ser aliadas reales del cambio, de una economía más equitativa, de una sociedad más justa, y de apoyar a miles de mujeres que no solo se atrevieron a soñar, sino a construir con decisión lo que muchas aún no se atreven a imaginar.