Vivimos conectadas. El celular se ha vuelto una extensión de nuestra mano: nos despierta, nos informa, nos entretiene y hasta nos acompaña cuando estamos solas. Pero ¿dónde está el límite entre el uso y el abuso?

Hoy, el exceso de dependencia al teléfono tiene nombre: nomofobia, el miedo irracional a estar sin el celular. Esta adicción silenciosa altera el comportamiento, genera ansiedad y provoca un fuerte malestar emocional.

El psicólogo español Marc Masip, especialista en educación digital para jóvenes, lo resume así en una entrevista para BBC News:

“Es importante que usemos la tecnología para que nos dé un servicio. Por ejemplo, para ir a una reunión o mandar un correo. Pero no deberíamos usar el móvil en una comida, cuando estamos con otras personas o antes de dormir”.

Otro fenómeno vinculado a esta adicción es el llamado FOMO (Fear of Missing Out), el temor constante a quedarse fuera de lo que ocurre en redes sociales o en el mundo virtual. Esta ansiedad por no “estar al tanto” puede provocar insomnio, deterioro de las relaciones personales, aislamiento e incluso bajo rendimiento académico o laboral.

En Chile, el psiquiatra Nicolás Libuy, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, advierte que los niños y adolescentes son especialmente vulnerables:

“El cerebro aún se está desarrollando, y la región prefrontal —encargada de la toma de decisiones e inhibición de la conducta— aún no está madura. Eso los hace más susceptibles a desarrollar adicciones”.